martes, 2 de julio de 2013

Ya sale!!!

Escriben en este primer número Eduardo Gruner, Ricardo Antunes, Christian Castillo, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Paula Varela, Andrea D'Atri.



domingo, 23 de junio de 2013

Las hermanas de Shakespeare, reflexiones sobre el arte y la opresión

Preparando una breve reseña sobre el texto de Terry Eagleton, Marxismo y crítica literaria que publicaremos oportunamente, andando por los andariveles de la relación entre forma y contenido, condiciones materiales, ideología que el marxista británico aborda, recordé cómo Virginia Woolf, una materialista "consciente aunque no confesa", describe la relación entre los géneros literarios a los cuales las mujeres van a volcarse en la escritura (la novela romántica) y las condiciones en las cuales esas mismas mujeres escritoras se desenvuelven en el ámbito cotidiano del hogar. De allí que, como lo plantea su texto, será imposible la dedicación de las mujeres a la literatura sin la posibilidad de contar con "un cuarto propio". 
Recomiendo la lectura de este clásico de Virginia Woolf y como anticipo o introducción, copio debajo un muy buen texto de dos compañeras, Micaela Guas y Laura Champeau que apareció publicado en la revista "El fantasma de la libertad". En aquel momento no se lo encontraba digitalizado así que me tomé el trabajo de tipear. Lo dejo a disposición. 



Las hermanas de Shakespeare

Adeline Virginia Stephen, la posterior autora de novelas como Las olas y La señora Galloway y ensayos como Un cuarto propio y Tres guineas, partirá en 1905 de sus ciudad natal junto a su hermana Vanesa, luego de la muerte de su padre Sir Leslie Stephen. Más tarde se unirán con un destacado grupo de artistas, para formar lo que se llamaría el “Bloomsbury Set”.[1]
Frente a un mundo totalmente convulsionado por la decadencia de los valores burgueses y la descomposición social cristalizada en el estallido de la primera guerra mundial y por el esperanzador levantamiento de las masas que enfrentaban y derribaban regímenes autoritarios como en la Revolución Rusa de 1917, los artistas e intelectuales de la época supieron que ya no podrían reflejar con las mismas palabras un mundo que cambiaba constantemente.
Así, sus obras se vieron influidas e impregnadas por sus vivencias personales y el momento histórico de esos años, y frente a estos por aparición de la psicología, el cinematógrafo y el espíritu rebelde de las vanguardias.  Las más conocida de las novelas , La señora Dalloway en sincronía con todo esto, se desarrolla en una sola jornada y en ruptura con las estéticas ya consagradas de las generaciones anteriores, la historia lineal y visible del personaje está subordinada al relato psicológico interno, subjetivo y exploratorio , que a su vez se entreteje con los eventos externos no solo al personaje sino también a la novela, recurriendo para su construcción a técnicas de las vanguardias pictóricas y en particular al montaje y los close-ups[2] de los jóvenes cineastas y artistas cubistas.
Pero el campo intelectual se encontrará atravesado por las guerras, crisis y revoluciones. En consecuencia la crítica hacia el mundo se encarada desde distintos ángulos y puntos de vista. Virginia, desde su lugar y su quehacer, emprenderá un gran aporte a la lucha por la emancipación de las mujeres. Posteriormente, te transformará en un símbolo del movimiento feminista del siglo XX.
Desde una visión marxista del mundo en general y de la lucha contra la opresión de género en particular, queremos reivindicar el análisis materialista que Virginia Woolf lleva adelante para examinar las condiciones adversas de la relación entre la mujer y el arte. A pesar de no ser marxista, la autora del ensayo “Un cuarto propio”, cuestiona el rol de la mujer analizando las bases materiales que determinaban la opresión hacia el género femenino por un mundo esencialmente victoriano. En dicho ensayo plantea que las mujeres no habían participado en el arte en general, específicamente en la literatura debido a que “para poder producir necesitan dinero y un cuarto propio”, tiempo y ocio. Estos tres factores materiales, junto con las imposiciones culturales constituidas en el transcurrir histórico del sistema paternalista se transforman en trabas psicológicas para que las mujeres puedan construir “un cuarto propio”: un espacio psicológico y personal, un espacio para elaborar libremente.
“En primer lugar, hasta principios del siglo diecinueve, tener un cuarto propio, para no hablar de una habitación tranquila a prueba de ruidos, era inconcebible, a menos que sus padres fueran excepcionalmente ricos o muy notables. Su dinero para gastos, que dependía de la buena voluntad de su padre, le alcanzaba solamente para vestir, viéndose así privada de consuelos que estaban incluso al alcance de Keats, Tennyson o Carlyle hombres pobres: una gira a pie, un viajecito a Francia, un alojamiento independiente que, por miserable que fuera, los protegía de los reclamos y tiranía de sus familias. Las dificultades materiales formidables, pero mucho peores eran las inmateriales. La indiferencia del mundo, que Keats, Flaubert y otros hombres de genio han hallado tan difícil de soportar, eran su caso no indiferencia sino hostilidad. El mundo le decía, con una risotada “¿Escribir? ¿Para qué quieres escribir?”[3]
Pero ¿Cómo una mujer podría escribir y participar en el ámbito artístico si hasta no hace mucho tiempo no votaba, no tenía derecho legal sobre el ámbito económico? O más aún, ¿Cómo una mujer trabajadora podría producir arte, si era explotada como un medio fértil para la reproducción de su familia y además era maltratada y alienada en una fábrica? Virginia se responde mirando en la historia, en una historia escrita por hombres, donde las mujeres eran excluidas, donde no las dejaban decidir, donde eran maltratadas y sometidas. La historia no retrata o menciona ningún hecho trascendente con la mujer como protagonista: si ella miraba al pasado no podía negar que pocas mujeres hicieron algo, sin dejar de criticar que había un medio que las condicionaba a no hacer nada. Cuando Virginia plantea que “cuando se es mujer la historia se ve a través de la madre”, quiere decir, que el género femenino, tiene generaciones y generaciones de personas que tuvieron una familia y una vida que no deseaban , que nunca pudieron elegir o ni siquiera pudieron proponerse objetivos fuera del plano familiar sin sentirse abrumadas por la mirada del mundo. Asimismo, en los pocos casos que la palabra “mujer” aparece inscripta en la historia, es siempre en una forma subordinada de la imagen masculina y del rol secundario que le imponen. Según la autora, desde la historia del arte esto se plasma en como, por ejemplo, la literatura, no crea personajes femeninos basados en la realidad, sino que los dota de características absolutamente ficticias , que no condicen con las necesidades y aspiraciones de las mujeres en sus diferentes épocas. Aún hoy, en la plástica, el 70 por ciento de los desnudos son de mujeres no reales, portadores de estereotipos de un imaginario masculino que inventa mujeres funcionales al modelo de sociedad que el patriarcado y el capitalismo  necesitan. “Hasta la época de Jane Austen, no sólo las grandes mujeres de la ficción habían sido vistas por el otro sexo pone delante de su nariz. De allí, quizás, la singular naturaleza de la mujer en la ficción; los sorprendentes extremos de su belleza y su fealdad; su fluctuar entre una bondad celestial y una depravación infernal, porque así la veía su amante, según su amor creciera o disminuyera, fuera próspero o desgraciado. Supongamos, por ejemplo, que en la literatura se retratara a los hombres solamente como los amantes de las mujeres, y jamás como los amigos de otros hombres, como soldados, pensadores o soñadores; ¡Qué poco papel podrían desempeñar en las obras de Shakeaspeare! ¡Cómo sufriría la literatura!
Como por cierto está empobrecida más allá de nuestros cálculos por las puertas que se les han cerrado a las mujeres. Casadas contra su voluntad, forzadas a permanecer en una sola habitación y a cumplir una sola ocupación. ¿Cómo podía un dramaturgo hacer de ellas una descripción completa, o interesante, o verdadera? El única intérprete posible era el amor.
Porque se han preparado todas las cenas, se lavaron todos los platos y tazas. Todos los hijos fueron enviados a la escuela y salieron al mundo. Nada queda de todo eso. Todo se ha desvanecido. Ni las biografías ni los libros de historia dicen una sola palabra al respecto. Y las novelas, sin proponérselo, inevitablemente mienten”.[4]
Virginia intentó imaginarse qué habría pasado en la época de Shakespeare - época donde uno de cada dos hombres escribía- si este reconocido escritor hubiese tenido una hermana con su mismo talento y su misma sensibilidad: “Un genio como el de Shakespeare no se da entre los trabajadores, los sirvientes. No se dio en Inglaterra entre los sajones ni entre los británicos. No se da hoy en día entre las clases obreras. ¿Cómo podría haberse dado entonces entre las mujeres, quienes - de acuerdo con el profesor Trevelyan - empezaban a trabajar casi antes de dejar sus niñeras, forzadas a ello por sus padres y apegadas a ello por todo el peso de la ley y la costumbre? Sin embargo, algún tipo de genio debió haber entre las mujeres así como debió haberlo entre las clases obreras. De tanto en tanto resplandece una Emily Bronte o un Robert Burns y prueba su existencia (…) De hecho, me atrevería a decir que Anónimo, quien escribió tantos poemas sin firmarlos, muchas veces era una mujer”
“Es muy probable que Shakespeare había ido a la escuela secundaria (su madre tenía una herencia) donde seguramente  aprendió latín . Ovidio, Virgilio y Horacio- y elementos de lógica y gramática. Se sabe que fue joven rebelde, que cazaba conejos en terrenos vedados, que mató quizás algún siervo, y que debió casarse, bastante antes de lo oportuno, con una mujer del vecindario que le dio un hijo bastante antes de lo debido. Esa aventura lo llevó a Londres en busca de fortuna. Sentía, al parecer, inclinación por el teatro; comenzó cuidando en la entrada de artistas. Muy pronto consiguió trabajo en el teatro, se convirtió en un actor de éxito y vivió en el centro del universo, conociendo, saludando a todo el mundo, practicando su arte en las tablas, ejercitando su talento en las calles y hasta gozando de acceso al palacio de la reina. Mientras tanto, su dotadísima hermana, imaginemos, se quedó en casa. Era audaz y creativa como él, y compartía las mismas ansias de ver el mundo. Pero a ella no la enviaron a la escuela. No tuvo oportunidad de aprender gramática o lógica y menos aún leer a Horacio o a Virgilio. De vez en cuando tomaba un libro, quizás de su hermano, y leía unas páginas. Pero entonces entraban sus padres y le decían que zurciera las medias o que cuidara el guisado y no perdiese tiempo con libros y papeles. Le hablaban al mismo tiempo con rigor y benevolencia, porque eran gente acomodada y conocían las condiciones de vida de las mujeres y amaban a su hija…”
“Seguramente garabateaba a escondidas algunas páginas en el altillo, pero tenía cuidado de ocultarlas o quemarlas”. En poco tiempo pretenden obligarla a casarse, ella se rehúsa, por lo que su padre la golpea. De todas formas toma valor y huye, e intenta vivir la misma vida que su hermano, quiere ser actriz. En Londres, llega  a la misma entrada de artistas donde su hermano se había aventurado. Allí los hombres se ríen de ella, para el director del teatro una mujer actuando era como un “perro bailando en dos patas”. Judith, jamás podría aprender su oficio. “¿Cómo podría siquiera cenar en una taberna o vagar a medianoche por las calles?”[5]
Virginia supone que terminaría embarazada de un hombre que se apiadaría de ella y luego de años y años de tener una vida que no quiere, se suicidaría. “esto sería más o menos la historia.”
“Porque una mujer del siglo dieciséis nacida con un gran talento se habría vuelto loca suicidado o terminado sus días en alguna cabaña solitaria afuera del pueblo, medio bruja, medio hechicera, objeto de temor y burlas. Porque no hace falta saber mucha psicología para descontar que una joven de gran talento que hubiera intentado ejercer su don para la poesía se habría visto obstaculizada y resistida por otra gente, tan torturada, desgarrada por sus propios instintos contradictorios, que indefectiblemente debía perder su salud y su cordura. Ninguna muchacha podía caminar hasta Londres, pararse en la puerta de un teatro y conseguir que la escuchase el actor-director sin que ello significase una gran violencia y una angustia acaso irracionales. (…) A una mujer que fuera poeta y dramaturga, vivir en el mundo del siglo XVI le habría significado una tensión y un dilema capaces de matarla. [6]
¿Pero acaso, no fue Woolf misma, la Virginia Woolf del río Ouse, otra hermana de Shakespeare? ¿Cuántas experiencias propias no se han filtrado en los cuadros del ensayo?
Se dice que dudaba frecuentemente de su capacidad como escritora y que nunca pudo sentirse satisfecha y segura de sus novelas. Se sabe que no acudió a la escuela, que desde niña le enseñaron los destinos únicos de la mujer: el matrimonio y la maternidad. Las mismas misiones supremas que cumplieron su madre y, más tarde, su hermana Vanessa que de niña, sentía inclinación hacia la pintura. Virginia Woolf tenía sentimientos ambiguos hacia su padre: lo admiraba y amaba profundamente ya que le había inculcado el gusto OR ciertos autores y lecturas. Sin embargo, al tiempo, lo culpaba de su propia inseguridad para dedicarse a las letras. En su novela El faro, Virginia crea un personaje, el señor Ramsay, haciendo una analogía con su padre quien no le confería a la mujer capacidad para el arte, sobre todo, en la pintura y la literatura.
“Siento brotar en mí misma- escribió en uno de sus diarios- ahora mismo por lo menos seis relatos y siento por fin, que puedo traducir en palabras todos mis pensamientos. ¿Y si fuera a convertirse en una novelista interesante - no digo en uno de los grandes- pero sí, interesante? Curiosamente - para lo vanidosa que soy- hasta ahora no he tenido mucha fe en mis novelas”[7]
Soledad descorazonada, desgarro y lucha “con los propios instintos contradictorios”, resistencias y obstáculos, restricciones y exigencias, el querer ser y el deber ser, cuánto de eso hemos encontrado en la mujer creativa del siglo XX! Cuántas de estas contradicciones se expresaron también en los versos de otras, otras hermanas de Shakespeare tal vez, como Alfonsina Storni o Alejandra Pizarnik por ejemplo!
Decía Alfonsina - “Bien pudiera ser que todo lo que en verso he sentido/no fuera más que aquello que no pudo ser/no fuera más que algo vedado y reprimido/de familia en familia, de mujer en mujer”[8]
Pero acaso cuántas, audaces y creativas, no son tratadas y abrumadas hoy con “benevolencia y rigor” por sus padres y maridos, las costumbres, las instituciones, el trabajo y los medios?
Cuántas somos aquellas, cuyos nombres y rostros permanecen ocultos y silenciosos como sus propias estrellas, como sus propios poemas, atados con cinta roja, guardados en alguna vieja caja de zapatos. Imaginándolos, postergándolos. Cuántas somos las que no llegamos a la puerta del teatro, o a las posibilidades de los grandes medios y nos quebramos u hoy perseveramos; y cuántas las que abrimos las puertas, pero no más que para soportar competir o ceder a las exigencias comerciales y estéticas, sexuales e intelectuales.
Entonces, ¿cómo podríamos hablar de libertad artística hoy en el sistema capitalista? ¿Cómo podríamos hablar de libertad e un sistema en que el arte está digitalizado por las leyes del mercado, en que el artista y la obra se vuelven objetos de consumo? ¿Cómo podemos hablar de la libertad en el arte sin ver las condiciones que el medio le impone al artista? ¿Cuántos y cuántas tienen la posibilidad de tener su “cuarto propio” en este sistema?
Las mujeres estamos sometidas, por el solo hecho de serlo, a la discriminación, el acoso sexual, la violencia y la humillación de un sistema patriarcal basado en el machismo. Pero además, las mujeres somos la mayoría entre los explotados y pobres de este mundo y una ínfima minoría casi inexistente entre los poderosos dueños de las multinacionales que nos condenan a esa explotación y a esa pobreza. Somos las que ocupamos los trabajos más precarizados, cobramos salarios inferiores a los de nuestros compañeros varones y por si eso fuera poco, estamos sometidas al trabajo no remunerado que realizamos en nuestros hogares, limpiando la casa, cuidando hijos y sirviendo maridos. Después de todas estas tareas, entonces, qué poco tiempo, creatividad y ganas nos pueden quedar para explotar nuestra sensibilidad artística y nuestros sueños.
En la sociedad capitalista, las mujeres que podemos llegar a ser artistas somos mucho menos reconocidas que los artistas masculinos. No sólo las posibilidades de exponer o publicar, en comparación a las de los varones, son mucho más bajas, quedando limitadas al ámbito de la intimidad.; sino que día a día, se nos transforma y viste, se nos exige de nuestro cuerpo como no se le exige a un “perro bailando en dos patas”. y se nos exige de nuestro espíritu una adaptación a un mundo mayoritariamente masculino y sujeto a demandas ajenas y/o contrarias a las propias, nacidas de nuestros propios instintos creativos y aspiraciones a una vida plena y libre. Es fácil comprobar esta abismal desigualdad si vemos en la historia del arte, o de cualquier disciplina, la ausencia de las artistas. Cuántas mujeres directoras de cine, escritoras, pintoras, etc, han conseguido atravesar el tortuoso camino del reconocimiento artístico y cuántas han quedado en el camino o en el punto de partida.
Por eso “La teoría de que el genio poético sopla donde quiere, y entre los ricos y pobres por igual, encierra poca verdad. La libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres siempre han sido pobres, no durante doscientos años solamente, sino desde el principio de los tiempos. Las mujeres han tenido menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres, entonces, no han tenido más chancees que un perro de escribir poesía. Por eso es que he puesto tanto el acento en el dinero y en un cuarto propio”. [9]
Virginia Woolf no publicó hasta los 37 años. Pero publicó. Y lo hizo contra viento y marea bajo las alas de su propia personalidad, estilo, opiniones, conflictos y sueños.
Con la necesidad y la certeza de pelear por cambiar esta situación y promover la creación de un arte independiente, que vea en el cambio revolucionario de la sociedad su verdadera liberación y emancipación, nos proponemos empezar a dar a conocer la obra de mujeres artistas, rescatando del olvido todas esas voces que han sido silenciadas a través de la historia.




[1] “Grupo de Bloomsbury” formado en el barrio londinense del mismo nombre, integrado por artistas librepensadores entre las cuales estaba el crítico Clive Bell - esposo de Vanessa - y el escritor Leonard Woolf de quien Virginia Woolf obtiene su apellido al casarse en 1912.
[2] Close-up (primer plano: Toma cerrada generalmente utilizada para resaltar el rostro del personaje, sus movimientos gestuales, etc.
[3] Virginia Woolf, Un cuarto propio(1929). Ed. A-Z-Editora
[4] Idem
[5] Ibidem
[6] Ibidem
[7] Virginia Woolf, Diario íntimo II, (1924-1931), ed. De Anne  Bell, trad. De Laura Freixas. Madrid, Grijalbo Mondari, 1993, p.37
[8] Alfonsina Storni, “Bien pudiera ser”  en Irremediablemente (1919), ed. Losada.
[9] Virginia Woolf, Un cuarto propio, op. cit.

miércoles, 19 de junio de 2013

Redes de Trata: ¿“Nadie puede desaparecer”?


En estos días de junio, cumplió un año la “Ley de trata” provincial (10.060) impulsada por el delasotismo. El mes pasado, contamos 5 años de la Ley nacional de trata (26.364) del kirchnerismo. Hace semanas, la Presidenta afirmó que "nadie puede desaparecer". De la Sota instala afiches en las calles que llaman a combatir la trata poniendo eje en la responsabilidad de los clientes y ocultando la responsabilidad del estado, sus fuerzas represivas, funcionarios y jueces siempre implicados.  Pero en la Córdoba delasotista y la Argentina K, Yamila Cuello es, como Marita Verón, una de las más 600 mujeres secuestradas y desaparecidas por las redes de trata que siguen, estas sí, “vivitas y coleando”. La desaparición de mujeres y niñas a manos de estas redes, es uno de los últimos eslabones -como el femicidio o la muerte por abortos clandestinos- de una cotidiana cadena de violencia ejercida sobre nuestras vidas.

Mercado de Liniers. Así de brutalmente le llaman a nuestra provincia, los mercaderes de mujeres, porque es paso obligado para el tránsito, secuestro o destino para la esclavitud sexual de mujeres y niñas. A un año de la ley de De la Sota (imitada por otros gobernadores como el kirchnerista Alperovich), en la provincia sólo se iniciaron 11 juicios por causas vinculadas con trata de personas y minguna corresponde a la ciudad capital, mientras salta a la luz cómo las “cooperativas policiales” les cobraban contribuciones a los dueños de prostíbulos con quienes hacían negocios.
El gobierno publicita como balance que más de 288 mujeres (de las 600 que se estiman a nivel nacional) fueron rescatadas desde entonces! Sin embargo, damos mayor crédito a AMMAR Córdoba, cuando relatan que la mayoría de las “rescatadas” son sus compañeras y afiliadas, y no víctimas de trata, usadas para engrosar las estadísticas gubernamentales.
Y por si fuera poco semejante humillación para estas compañeras, por no hablar de las reales víctimas, hay que sumar el trato que la Secretaría comandada por la delasotista Amelia Chiófalo, violentando a las mujeres que quieren salir de la situación de prostitución o se quedaron en la calle tras el cierre de prostíbulos, ya que la vociferada “asistencia del estado” se convierte en explotarlas sin pago haciendo “prácticas laborales” como empleadas de limpieza en hospitales y hoteles, tal como denuncia AMMAR. La ley de De la Sota no sólo no acaba con las redes de trata, sino que otorga mayor poder a la policía mafiosa y agravar la situación de vulnerabilidad a la que están expuestas quienes ejercen la prostitución.
Las víctimas de las redes de trata en todo el país, son esencialmente las mujeres jóvenes, sobre todo trabajadoras y pobres, muchas de ellas migrantes, que al borde de la subsistencia, son engañadas con promesas laborales sino directamente secuestradas, como lo atestigua la denuncia de Cecilia Zamora en el programa Periodismo para todos del 9/6 o el propio caso de Yamila Cuello. ¿Acaso fue ésta, una “década ganada” para las mujeres?

Hipocresía por partida doble. Alejo Paredes, el ex jefe de la policía provincial que saltó a la fama por decir, en 2009, que en Córdoba no existía la trata, hoy se encarga de tirarle la pelota al gobierno nacional aduciendo que las mujeres inmigrantes secuestradas por estas redes internacionales, es un asunto “tiene la responsabilidad de atacar Migraciones”. Migraciones le responde, (como consta en diario mendocino por estos días) que la Ley de Profilaxis existe desde 1937 y sin embargo, De la Sota y su Ministro de Seguridad, Paredes, tardaron más de un año en clausurar 7 prostíbulos. Luego de más de 10 años de gobierno kirchnerista mantuvo cajoneadas más de un año las modificaciones de la ley nacional, con el aumento de penas para los tratantes y recién "se acordó" de aprobarlas para hacer demagofia luego de la escandalosa absolución de los imputados por la desaparición de Marita Verón; la no reglamentación aún de estas ya limitadas modificaciones, demuestra la vacuidad del discurso presidencial. 
Nos negamos a que los gobiernos hagan demagogia en nuestro nombre. Por eso decimos que no podemos confiar en el Estado para defender los derechos de las mujeres. Debemos pelear de manera independiente por la aparición con vida de Yamila, Marita y las más de 600 mujeres desaparecidas, denunciando la complicidad policial, gubernamental y judicial.
En Córdoba, las mujeres de Pan y Rosas, estamos impulsando junto a Soledad Cuello, hermana de Yamila, y otras organizaciones que pelean por los derechos de las mujeres, una Coordinadora para exigir la inmediata aparición con vida de Yamila Cuello. Pero de la mano de esta pelea concreta, planteamos que es imprescindible poner en pie un gran movimiento de mujeres que pelee por el desmantelamiento de las redes de trata, la disolución del aparato represivo del estado y la cárcel a jueces y funcionarios cómplices. Un movimiento que pelee contra toda forma de violencia hacia las mujeres, contra la precarización laboral; por el derecho a una educación sexual laica e integral sin injerencia de la reaccionaria Iglesia; por anticonceptivos gratuitos y aborto legal, seguro y gratuito para no morir por las consecuencias de los abortos clandestinos. Un movimiento que avance en estas peleas en la perspectiva de acabar con este sistema de opresión y explotación que condena a miles de seres humanos, y en particular a las mujeres, a la miseria más absoluta, para garantizar las ganancias de unos pocos. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

Las eternas hermanas de Shakespeare


600 000 entradas en dos días. En el siguiente link, a propósito de lo que cotidianamente nos toca vivir a las mujeres, un muy buen post que nos hizo llegar por casilla postal, el violento oficio

sábado, 27 de abril de 2013

Consagración del Altiplano

Muy recomendable obra, inspirada en otra de la enorme Pina Bausch. Belleza concentrada en casi 40 minutos. Excelente... 



jueves, 25 de abril de 2013

La juventud, lo viejo, lo nuevo y las "estructuras de sentimiento"

  





 Esta reflexión surgió a partir de darle vueltas a la idea de cómo está actualmente el movimiento estudiantil. Recientemente, avanzamos en algunas definiciones al respecto. Dijimos que la situación en el estudiantado universitario, tras décadas de restauración burguesa y permeada por años de la ideología dominante que vociferaba que la clase obrera había desaparecido - simplemente porque ésta se encontraba en retroceso y cargaba con el peso de varias derrotas- venía siendo bastante "insensible" a las demandas más profundas de los sectores obreros y populares. Esto se daba a la par de un particular fenómeno surgido luego del 2001: la existencia de una miríada de agrupaciones políticas que llamándose de izquierda, nueva izquierda, izquierda independiente...que por ser escéptica de las potencialidades de acción e intervención de la clase obrera, termina conformándose con el "mal menor" de apoyar las "cosas buenas", en este caso, del gobierno kirchnerista. En esa encrucijada, lejos de las "nuevas prácticas" de las que hicieron gala en su momento de apogeo, demostraron mantener los mismos métodos burocráticos que signaron a la Franja Morada y que evitan que el movimiento estudiantil se convierta en un poderoso sujeto aliado a los trabajadores y el pueblo, como se plantea aquí. Esta práctica cotidiana, rutinaria y burocrática que consiste en la administración de bares, fotocopias y por la calendárica participación electoral, viene acompañada y es creadora de una (in)sensibilidad para reaccionar ante los problemas sociales en general, o estos brutales crímenes sociales en particular, y deja mucho que desear.
   Sin embargo, la catástrofe de La Plata, Capital y parte Gran Bs. As., conmocionó no sólo al país, sino que hizo mella en ese conservadurismo social en las universidades, y cientos de jóvenes rompiendo con la pasividad llevaron la solidaridad a los afectados, al tiempo que denunciaron la complicidad de todos los estamentos gubernamentales del país, dando lugar a un potencial nuevo activismo que no se conforma con esa universidad burbuja. Se abrió una fisura en ese pensar y sentir desde la propia individualidad y el sueño de la carrera académica propiaCabe preguntarse entonces, qué hay de nuevo y qué de viejo en esta nueva forma de pensar, sentir y actuar de la juventud ante los padecimientos de los más explotados. 
   Raymond Williams, uno de los marxistas "culturales", propone en su conocido Marxismo y Literatura, el concepto de "estructura de sentimiento" para analizar y dar cuenta de un estado de la "cultura" - que se expresa de manera privilegiada en el arte y la literatura. Creemos que tal categoría,  aún dando cuenta de sus límites ya que fue pensada para el análisis y la crítica literaria, nos puede peritir algunos aspectos del fenómeno que observamos en la juventud estudiantil. No vamos a detenernos aquí en toda la complejidad del sistema de nociones que propone Williams, entre las cuales se cuentan las de "hegemonía", "tradición, formaciones e instituciones", por mencionar algunas con las cuales la idea de "estructura de sentimiento" está estrechamente ligada; sino que abordaremos un aspecto parcial de esta última noción que puede resultar productivo. Nos interesa rescatar que, tal como lo entendemos, Williams pretende elaborar con esta noción una "hipótesis cultural", cuyo valor metodológico radica en poder dar cuenta de los elementos emergentes de una nueva estructura de sentimiento, es decir, un nuevo modo "de pensar el sentimiento", "sentir el pensamiento" (y de allí, agregamos nosotros, actuar), antes de que dicha estructura esté "consolidada", formalizada, clasificada y sea reconocible en nuevas instituciones o formaciones sociales. 
   El autor se está refiriendo con este nuevo término a "una experiencia social que está en proceso y que a menudo no es reconocida verdaderamente como social, sino como privada, idiosincrática", en su momento de germen y antes de que pueda ser reconocida concientemente por los actores sociales que actúan de acuerdo con ella. Es algo así como un "espíritu de época" que recorre a una generación o período histórico. El crítico británico escoge además el término "sentimiento" para su concepto, con el propósito de diferenciarlo del término "ideología" (entendida como la conciencia social - ideas, valores, representaciones- determinada por la vida material). Así, Williams se refiere a los modos en que los hombres y mujeres perciben su sociedad en diferentes épocas al mismo tiempo que a los "elementos afectivos de la conciencia y las relaciones", al pensamiento "tal como es sentido y el sentimiento tal como es pensado". La estructura del sentimiento es descrita como "experiencias sociales en solución" que no pueden ser del todo percibidas en un momento "contemporáneo" del análisis, y difieren de las estructuras de sentimiento correspondientes a períodos pasados, cuando todos sus elementos se han "precipitado", son más claramente asequibles. 
    La productividad del concepto, en este caso creemos que, radica en la posibilidad de pensar si en la Argentina, de la mano del fin de ciclo K y con la aparición de la clase obrera como sujeto (aunque lo más visible sean las burocracias como expresión distorsionada de la nueva situación), no empiezan a existir elementos que forjen una nueva estructura de sentimiento, en este caso en particular, en el movimiento estudiantil. Esto sería así, ya que al decir de T.Eagleton, Williams fue un teórico "próximo al marxismo", y esa cercanía se basó en que aunque se concentre en los fenómenos de la cultura, nunca deja de considerarlos estrechamente ligados a las condiciones materiales y los procesos de la lucha de clases. De este modo, Williams plantea que toda nueva estructura del sentimiento está estrechamente vinculada al surgimiento de una nueva clase social, a las rupturas entre sectores de una misma clase o bien, a la disputa misma entre las clases sociales fundamentales.
  Venimos marcando que existe un proceso de ruptura de sectores del movimiento obrero con el gobierno nacional, que se expresa en diferentes fenómenos, desde la ruptura de Moyano (una expresión distorsionada) hasta una nueva militancia obrera en las fábricas y en la juventud trabajadora. Este proceso que avanza en las fábricas y establecimientos todavía es inicial e impacta poco en las masas estudiantiles, adormiladas por el "combo" de años de crecimiento económico y mecanismos de cooptación desde la Academia. Podríamos decir, que en esa "estructura del sentimiento" aún son dominantes los elementos conservadores de una época pasada (así se expresa en términos de masas), que deviene en que sean todavía una minoría, los que se conmuevan con las miserias engendradas por la explotación capitalista, los festivales de subsidios, coimas, dinero lavado de empresarios y gobernantes. Son estas ideas perdurables de la "miseria de lo posible", de la imposibilidad de pensar un horizonte revolucionario a pesar de que ya vamos por el 5 años de una histórica crisis capitalista que actualiza las premisas de la revolución obrera y, como decíamos arriba, del lastre del "sálvese quien pueda" de los '90; ideas que permean inclusive en los sectores más activos y conscientes. Estos son los residuos - aunque perdurables- de un período que a nivel mundial comienza a ser dejado atrás y al que se ha denominado restauración burguesa. No obstante, toda nueva estructura de sentimiento, dirá Williams, posee elementos residuales, arcaicos (originarios de viejas estructuras de sentimiento) y emergentes.
  La hipótesis que aventuramos es si aquello que se evidenció con cientos de estudiantes solidarizándose y reaccionando con odio ante la desidia capitalista que se cobró más de 60 muertos por las inundaciones, pueden ser parte de los elementos emergentes de esta nueva etapa, donde la clase obrera comienza a reaparecer luego de décadas como sujeto y donde el "momento politicista" del estatalismo K, se desgasta ante la evidencia de los escasos cambios reales. ¿Es posible pensar que esas sensaciones de odio, bronca, dolor por la pérdida de vidas obreras, sean el elemento que por encontrarse "en solución" (Williams) aún no es percibido fácilmente? ¿Es más extendido de lo que podemos constatar hoy, lo cual implica que haya miles de estudiantes a los que se les revuelvan las tripas ante estos crímenes obreros, sean estruendosos como las masacres de Once y La plata; o bien silenciosos, como la de los obreros de la construcción en Córdoba o las mujeres muertas por abortos clandestinos? 
   ¿Qué elementos nuevos (emergentes), residuales y arcaicos encontramos hoy en lo que podrían ser estructuras de sentimiento "en transición"? ¿Se está dejando atrás una estructura de sentimiento signada por el individualismo y moldeada por los años de crecimiento económico de la década pasada, pero que se combina a la vez con un sentimiento igualitario que se expresó en la conquista de algunos derechos democráticos como el matrimonio igualitario o la ley de identidad aunque sea sobre la base de mantener en la más profunda exclusión y miseria a millones de trabajadores precarizados, en negro?
   Podríamos arriesgar que, quizás, esta nueva estructura de sentimiento combine elementos residuales de la década "post-2001", signado por el rechazo a los aparatos y las viejas estructuras burocráticas (sean estatales, partidarias, estudiantiles u obreras) junto con el novedoso rechazo a las miserias impuestas por el capitalismo argentino en su versión para nada "nac & pop". 
  Si la situación política nacional posee un carácter transitorio, es de esperarse que en la "sensibilidad" y las "ideas" de la etapa, también aparezcan elementos contradictorios "en solución". La pelea para que esos elementos emergentes de una nueva sensibilidad se vuelvan conscientes y decanten en una nueva "estructura de sentimiento" que implique que cientos de nuevos compañeros y compañeras en todo el país se sumen a la tarea revolucionaria de construir un partido enraizado en la clase obrera y la juventud, en vista de los próximos combates, es imperiosa. O, por lo menos, esa es nuestra apuesta.


viernes, 19 de abril de 2013


Fecha: Viernes 19 de abril de 2013

(Buenos Aires, 19/04/13) Christian Castillo, dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas, ante el fallo por el crimen de Mariano Ferreyra, declaró:“La exposición del presidente del tribunal mostró la existencia de un plan criminal orquestado por la patota de la Unión Ferroviaria junto con la Policía Federal, que responde a las órdenes del Gobierno, el que también es parte de la UGOFE que prohijó a los asesinos. Todo apuntaba para castigar con cadena perpetua no sólo a los que ejecutaron a Mariano, Favale, Sánchez y Díaz, sino a los organizadores de la patota, Fernández y Pedraza. El tribunal, en cambio, dictó penas por homicidio simple. Por esto, rechazamos el fallo porque niega el plan criminal demostrado con todas las pruebas y encubre la responsabilidad del Gobierno”.
A su vez, agregó que “el presidente del tribunal hizo además una escandalosa defensa del ministro Tomada y su canallesca y cómplice conversación con José Pedraza, diciendo que en realidad ‘se lo quería sacar de encima’. Esto demuestra su intención política de encubrir al Gobierno”.
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martes, 9 de abril de 2013

Miseria capitalista, progreso y solidaridad de clase.

"El progreso no consiste en otra cosa que en la participación de un número cada vez mayor de individuos en un bien. El egoísmo es el colectivismo de los apetitos y de las necesidades de un individuo: el colectivismo es el egoísmo de todos los proletarios del mundo. Los proletarios no son verdaderos altruistas en el significado que los humanitarios cortos de entendederas le han dado a esa palabra. Pero el egoísmo del proletariado que el proletariado se ve ennoblecido por la conciencia que el proletariado posee de no poderlo satisfacer totalmente sin que lo hayan satisfecho al mismo tiempo todos los demás individuos de su misma clase. Y por eso, el egoísmo proletario crea inmediatamente la solidaridad de clase."

A.Gramsci: "Ideas para el futuro (Márgenes)" en Odio a los indiferentes, Ed Planeta - Ariel, España, 2011.

sábado, 23 de febrero de 2013

A propósito de Mi vida, de Trotsky - Por Martín Kohan


Reproducimos a continuación una muy buena reseña de Martín Kohan, tras la lectura atenta de Mi vida. 

  “Yo no pensaba nunca en Stalin” (446), escribe Trotsky, cuando el “intento" autobiográfico” de Mi vida va entrando en su tramo final. ¿Es reproche o es jactancia? No lo sé, no estoy seguro; pero me parece decisivo que pueda ser tanto una cosa como la otra, o más aun que pueda ser ambas cosas a la vez. “Yo no pensaba nunca en Stalin”, admite o se ufana Trotsky, y de inmediato se permite ampliar: “En el fragor de la lucha ni siquiera me di cuenta de que existía”. La grandeza de la vida de Trotsky queda inscripta en estas frases, no menos que su completa desgracia. Si Trotsky no repara en Stalin, si ni siquiera se da cuenta de que existe, es ante todo porque presta atención a las cosas que de veras importan, a las cosas decisivas, y eso excluye al gris Stalin, posterga al tan mediocre Stalin. El hecho mismo de que no esté ni vaya a estar jamás a la altura de León Trotsky es justo lo que lo vuelve imperceptible para él. Pero a la vez, qué duda cabe, a Trotsky le habría servido fijarse a tiempo en Stalin, debería haberse percatado de su existencia, le habría sin dudas convenido advertir su juego (que lo mitigado podía perfectamente ser una estrategia de lo subrepticio, que la cortedad de las limitaciones personales podía perfectamente cobrar la fuerza terrible de los resentimientos duraderos).

Sabemos demasiado bien que Stalin terminó por alterar el curso de la vida de Trotsky. Lo cierto es que también alteró el curso de Mi vida de Trotsky. Lo hace pasar del registro autobiográfico y épico al género del alegato político. La narración política y la argumentación ideológica, soportes de una evocación monumental, se ven forzadas hacia el final, no menos que su autor, a deslizarse a la autodefensa: refutar calumnias, enderezar tergiversaciones, denunciar infamias, apelar.
Stalin y sus mentiras obligan a desmentir. Stalin y sus invectivas personales obligan al descargo personal. Stalin y su desfiguración histórica obligan a refrendar una figuración histórica. Trotsky asume esa tarea, desde su destierro en Turquía, como seguirá haciéndolo en Noruega o en México, con la firmeza del que tiene una convicción y con la rabia del que sufre una injusticia. Responderá pacientemente a las mentiras, a las invectivas personales, a la desfiguración histórica. Pero cuando esa necesidad se impone en las páginas de Mi vida, cuando la épica biográfica de la revolución y los destierros debe hacerle un lugar a la resuelta desintegración de las infamias, el relato que ha ido tramando Trotsky cuenta ya con una comprensión impar de lo que es la verdad (la que proviene de un cierto poder alquímico para extraer verdad de lo que empieza como mentira), con una elaboración singular de lo que es lo personal (la que proviene de la evidencia fáctica de que lo personal no es político, sino que cede a lo político), con un tramado especial de la figuración histórica (la que proviene de una combinación política de mostración y ocultamiento).
La primera vez que Trotsky suministra un nombre falso a sus compañeros de lucha, lo que siente es remordimiento: “Cuando conocí a Mujin y a sus amigos me presenté con el nombre de Lvov. Esta primera mentira de conspirador no fue fácil: me dolía verdaderamente ‘engañar’ a las personas con las cuales yo me entendía para una causa tan grande y buena” (147). Claro que no tarda en advertir que en esa “mentira de conspirador” está la verdad de la conspiración: la falsificación del nombre es garantía de autenticidad política. No es extraño, por lo tanto, que en la siguiente ocasión consiga establecer otra clase de conexión entre lo azaroso y lo definitivo, entre lo fingido y lo cierto: “En el bolsillo llevaba un pasaporte extendido con el nombre de Trotsky, que había escrito al azar, sin prever que este nombre permanecería conmigo para toda la vida” (171). El nombre falso resulta el verdadero, cifra misma de la conversión política, o bien de la política (de la política revolucionaria) como una conversión: “Desde el inicio del movimiento revolucionario, en 1902, me fugué después de fabricarme un pasaporte falso con el nombre de Trotsky; de allí viene mi seudónimo, que rápidamente se convirtió en mi verdadero nombre” (30). La falsedad del pasaporte, no menos que la del nombre, define de por sí una impugnación de base a un régimen político en cuyas normas no se cree. ¿Qué podría significar un pasaporte legal, si lo expide el régimen ilegítimo del zar? Dialéctica de la documentación personal: la falsificación del pasaporte falso señala una verdad política. Y dialéctica de los nombres y los seudónimos: la falsificación del nombre falso se asienta como verdad revolucionaria.
Podría decirse entonces que “Trotsky” desplaza a “Bronstein” de la misma manera, y por las mismas razones, que la esfera de la acción política desplaza la esfera de la vida personal. Por supuesto que, por tratarse de una autobiografía, así sea en grado de tentativa, Mi vida hace centro en la vida personal, ya sea en la evocación de los años de la infancia en el campo, en los recuerdos familiares, en el pormenor de la iniciación política, o en el desarrollo de las vicisitudes del agitador, el encarcelado, el prófugo, el desterrado, el activista, el líder revolucionario, el espiado, el difamado, el escritor. Pero hay una consideración que hace Trotsky, inédita para el género autobiográfico, decisiva para calibrar un modo de la experiencia: “Los grandes acontecimientos son pobres en recuerdos personales; es el recurso que tiene la memoria para resguardarse de un modo excesivo” (307). Entendemos así que Mi vida no va a proporcionar una versión personal de los grandes acontecimientos, ni mucho menos una fusión completa, a golpes de protagonismo, de la historia política con la historia íntima. En vez de eso va a exponer la manera en que los grandes acontecimientos eclipsan el mundo de lo personal, lo hacen retroceder, lo atemperan como olvido.
Trotsky lo define como un mecanismo defensivo: recurso psíquico para protegerse de una vivencia que resulta excesiva, porque de eso precisamente se trata, de un tipo de sucesos que exceden lo personal. Así ocurre por caso con las protestas de los reclusos de una cárcel de Odesa, entre los cuales se encuentra Trotsky; los gendarmes suponen que la protesta se debe a “una cena hecho con provisiones en mal estado” (158), pero en verdad responde a la noticia del restablecimiento de la monarquía en Francia. Y así ocurre por caso con la coincidencia entre el día del nacimiento de Trotsky y el día de la Revolución de Octubre, y con esta confesión sincera: “No me di cuenta de esta curiosa coincidencia hasta tres años después de los días de Octubre” (49). ¿Qué otra cosa expresa este episodio de olvido, que es olvido del propio cumpleaños, sino una confirmación de esa premisa de que lo personal se atenúa al atravesar los grandes acontecimientos? En vez de superponer las dos cosas, el cumpleaños y la Revolución, para ofrecerlos al lector como un prodigio autoexaltatorio de nacimiento doble, Trotsky presenta esta otra variante: repliegue vehemente de todo lo que es personal, cuando la acción política se activa.
De esa trama está hecho Mi vida. No en vano Trotsky tenía la intención de dar a este material el título de “Medio siglo”, un recorrido histórico en coincidencia con sus cincuenta años. Fue a instancias del editor que el libro adoptó su sesgo autobiográfico. Y en este doble andarivel de la época y la vida, el el premeditado desequilibrio entre los recuerdos personales inscriptos en lo privado y el desempeño político en la revolución, se inscribe esta advertencia que Trotsky formula en el prólogo fechado en Prinkipo, Turquía, el 14 de septiembre de 1929: “Se puede afirmar que esta vida fue más bien superabundante en ‘aventuras’. Sin embargo, me permito decir que, según mis inclinaciones, no tengo nada en común con los buscadores de aventuras. Soy más bien pedante y conservador en mis hábitos. Amo la disciplina y el método (…) y muchas veces en mi vida, tuve el sentimiento de que la revolución me impedía trabajar metódicamente” (50-1). Mi vida puede leerse también como la historia de la relación entre le revolucionario en plena aventura que rompe con lo habitual (al que llamamos Trotsky) y el lector metódico, el escritor disciplinado, el conservador de sus hábitos (al que acaso deberíamos llamar Bronstein).
Se entiende así que Trotsky, el encarcelado político, aproveche esa situación para aplicarse a los trabajos intelectuales, es decir al trabajo metódico: “En realidad, no puedo quejarme de las cárceles ni del tiempo que me hicieron pasar en ellas (…) ¡aquella celda era tan tranquila, tan monótona, tan silenciosa, tan apropiada para los trabajos intelectuales!” (219). Mi vida es en gran parte la vida de un preso o la vida de un desterrado; además de ser, naturalmente, la vida de un luchador, de un conspirador, de un revolucionario, de un conductor de guerra. Queda claro que en el preso y en el desterrado habita una verdad que ilumina todas las otras funciones, todos los otros momentos.
También en eso existe una épica, y no sólo en la revolución propiamente dicha. Las aventuras de esta vida “superabundante en aventuras mucho tienen que ver con las fugas (Mi vida como novela de escape) o con la vigilancia en el extranjero (Mi vida como novela de espías).Por eso es interesante la cita que hace Trotsky de las memorias de su esposa, Natalia Sedova, a propósito de la fuga a Finlandia: “Yo estaba asombrada, viendo la libertad y la desfachatez con que L.D. se movía, riéndose y hablando en voz alta en el tren y en los andenes de las estaciones. Habría querido volverlo invisible, ocultarlo bien, porque aquella fuga podía costarle el presidio. Pero él se mostraba ante todos y me decía que ésta era la mejor medida de protección” (229). Y por eso es interesante la observación que hace Trotsky a propósito de su exilio en España: “En realidad, toda mi actividad política se había desarrollado siempre abiertamente y a los ojos de la policía. Pero las persecuciones de los espías me exasperaban y despertaban en mí el espíritu del deporte. En cambio, en Cádiz, el encargado de vigilarme me advertía que volvería a tal hora y que lo esperara pacientemente en el hotel. A cambio de eso, intervenía con gran empeño en defensa de mis intereses, me ayudaba a hacer las compras y me llamaba la atención a los hoyos de la acera” (287). Trotsky hace de sí mismo una especie de “carta robada”: se pone bien a la vista, para no ser descubierto. Las tretas del ocultamiento se resuelven desde la mostración. El espía de Cádiz es quien parece haber entendido el mecanismo a la perfección, y entra en la misma sintonía de Trotsky. Sustraerse del control por exceso de visibilidad, y no por hacerse invisible.
A estos dos pasajes, el de Cádiz y el de la fuga a Finlandia, podría agregarse otra escena de exilio narrada por Trotsky, esta vez en Alemania: “El 1º de mayo salí a pasear en automóvil con mi esposa por las calles de la ciudad. Recorrimos las principales avenidas, presenciamos las manifestaciones, leímos los carteles, oímos una serie de discursos y al llegar a la Alexanderplatz, nos mezclamos en la multitud. Yo había visto muchas manifestaciones del 1º de Mayo más imponentes que aquélla, más grandiosas, más decorativas, pero hacía ya mucho tiempo que no tenía la posibilidad de moverme entre las masas sin llamar la atención” (523). La figura del fugitivo que se hace notar, por un lado, y por el otro la del espiado que se da a ver, soluciones desconcertantes pero eficaces para el propósito de sustraerse, se completa en cierto modo con la figura del manifestante del 1º de Mayo en Berlín: el inconfundible agitador de masas consigue mezclarse entre las masas, y no llamar allí la atención. Se da así una combinación fabulosa de presencia y retracción, de exhibición y sigilo, la posibilidad de estar y al mismo tiempo escabullirse, de quedar inadvertido y al mismo tiempo intervenir, la virtud de poder mostrarse y volverse a la vez fantasmal.
Trotsky encara este repaso durante su destierro en Turquía, en 1929. Su vida de desterrado la escribe como desterrado, su vida de conspirador fugitivo la escribe en estado de fuga, su vida de activista político la escribe como activista político (el propio libro del que se ocupa es para Trotsky un recurso de la lucha política y no sólo un ejercicio de verdad histórica: “este libro no es una fotografía inanimada de mi vida”, dice en el prólogo, “sino una parte que la compone. En sus páginas, continúo la lucha a la que he consagrado mi vida” (46)). Como este exilio y esta persecución, a diferencia de todos los precedentes, no tiene la revolución por delante, como fin a conseguir, sino como revolución pasada y traicionada, y entonces por rescatar, cambian bastante las condiciones en las que se encuentra Trotsky y el tenor de las penurias por las que pasa. La malversación stalinista de la historia soviética apuntará, como se sabe, a suprimir su propia existencia en ella; la ferocidad de los ataques personalizados se encarnizará sin miramientos con parientes y allegados. Trotsky se ve, por una parte, lanzado a la exterioridad absoluta de un exilio sin atenuantes, y por otra, cada vez más acorralado, cada vez más replegado.
Las páginas finales de MI vida las dedica en buena parte a denunciar la hipocresía de las democracias del mundo, que le niegan el visado a un perseguido político como él. Paradoja de los presuntos paladines de la apertura y la tolerancia, sobre la cual Trotsky ironiza. Pero también paradoja de la deportación del internacionalista cabal: mientras Stalin estrecha horizontes con su apuesta al socialismo en un solo país, desata sobre Trotsky una persecución a escala mundial. En eso sí, acaso porque se trata de Trotsky, le resulta preciso alcanzar las miras del internacionalismo. Después de Turquía, vendrá Noruega, y por fin llegará México. Trotsky vivirá once años más, después de haber escrito Mi vida. El apéndice de Alfred Rosmer, tomado de la edición francesa del libro, permite completar el recorrido hasta el asesinato en Coyoacán.
Atrincherado, o poco menos, en su casa blindada del Distrito Federal, Trotsky vuelve a abocarse ante todo a los trabajos intelectuales, la salida a la que apela en sus días de prisión. “Trotsky así se ganaba el pan para la casa, con sus escritos, como lo hizo toda su vida” (627), consigna Rosmer. ¿Y de qué excusa se valió, en última instancia, su solapado asesino, sino la de acercarle un artículo propio para someterlo a su consideración? ¿Qué otra cosa, sino leer, estaba haciendo Trotsky, cuando el asesino le asestó su golpe de muerte? ¿Qué otra clase de distracción, sino la que es propia de todo lector concentrado, le impidió advertir a tiempo el ataque que le lanzaba? El testimonio que brindó Joseph Hansen, director de seguridad en la casa, y que recoge Rosmer, especifica que la sangre de Trotsky salpicó las últimas páginas que había escrito para una biografía de Stalin.

sábado, 5 de enero de 2013

Córdoba, la mirada de la Caterva

En su peregrinar, la caterva, aprehendía la Córdoba de los `30. Así la veían Longines, Viejo Amor, Katanga, Aparicio, Dijunto y Fortunato. En el deleite de la prosa de Filloy, acaricia el encontrarse con esta descripción ajustada del "paisaje" cordobés, sobre todo cuando una se encuentra afincada en uno de los parajes atravesados por sus personajes.




"Llegaron al bar L`Aiglon por la Avenida Olmos. Vetusta por un lado, desigual por el otro. Ríspida de muros dentellados, al principio. Esbelta de edificios uniformes, al centro. Sucia de baldíos ahogados de afiches, al final.
Toda Córdoba era así: doble faz, doble expresión, como el atleta que llora y ríe de Scopas. Rémora y progreso. Beata agazapada tras la reja española y flapper en traje de baño que propaga su encanto. Ranciedad y plein air. Propaganda de vírgenes y piletas... Habían contemplado desde la terraza del Parque Sarmiento la sky-line de la ciudad. Y quedaron taciturnos: desigualdad. Desequilibrio. Desarmonía. Iglesias insolentes rodeadas de casuchas de barro. Molinos enormes rodeados de ranchos de lata. Palacios modernos rodeados de casonas de teja... les desagradó esa perspectiva quebrada y horrible: compases huecos y volúmenes. De presencias y sombras. De ritmos que saltan de la opulencia a la miseria. Y repudiaron categóricamente su perspectivismo absurdo y angustioso: sobre todo el que patentiza la voluptuosidad y el lujo de la religión - en las cúpulas brillantes como senos de bayaderas y los altares recamados con adornos que valen millones de hambres - dominando los tendones lacios de cemento de fábricas, mercados y talleres... Anduvieron después por plazas y calles. Ciudad grasosa de frailes obesos. Ciudad enteca de enfermos sin cama. Ciudad avispada de chicanas y arzobispada de dogmas. Les dolió la tozudez de bronce de los próceres locales y la ausencia de estatuas, exceptuando San Martín  de los grandes operarios de la nacionalidad. Toda Córdoba era así: contrastes, sin nexos en el contrapunto. Incongruencias, sin unidad en lo opuesto. Algo irrefregablemente contradictorio... Vieron la pacotilla colonial de un arte espurio, que se pretende jerarquizar como valores eternos y oponer al avance de los módulos nuevos que urgen a la vida. las teologías estupefacientes del siglo quince, que se procura inyectar todavía, estando las almas inmunes al error y la fe. Y la antigualla de barro de claustros y museos, que solo valen para documentar el fetichismo ambiente, puesto que no tienen la dignidad de lo antiguo ni la vejez de lo digno...Vivieron horas amargas, decepcionantes. ¡No era posible! ¿Dónde estaba la atracción que enfatizan los prospectos de turismo? ¿Dónde la belleza que velis nolis incrusta en los ojos la propaganda de los ferrocarriles? ¡Nada! Toda Córdoba era así: abolengo y sans facon. Doctoralismo y usura. Rezos y cocaína. Ciudad atascada de conventos y clandestinos. Ciudad que aspira a elevar su columna mental soplando por la espita universitaria... y no consigue que su espíritu se vea fuera del cerco de las barrancas. Ciudad aplastada por el marasmo burocrático, el olor a santidad del vicio y el tufo de las congregaciones...Tácitamente, ya  habían dispuesto irse. Abandonar esa olla de sofocaciones de toda índole..."